SARTORIAL VACATIONS: PARÍS, I PARTE

Recuerdo bien cuando terminaba mis estudios en Inglaterra y me subía a un avión de vuelta a España para hacer de este medio de transporte ya para siempre mi segunda casa. [...]

Recuerdo bien cuando terminaba mis estudios en Inglaterra y me subía a un avión de vuelta a España para hacer de este medio de transporte ya para siempre mi segunda casa. Empecé a conocer el apasionante continente americano y concluida la semana laboral aprovechaba y cogía al menos un par de días libres para conocer sus museos, sus calles y sobre todo su gente, gente que es lo que más habla de un país.

Después de casi ocho años por la maravillosa Latinoamérica cambié de compañía aérea y desembarqué en mi querida África. Fueron siete años donde excepto algún país de África Central viajé por todos. Raro era el mes que no pasara al menos dos semanas recorriendo una parte de ese lugar que tanta huella ha dejado en mi. También aquí intentaba, aún cuando el cuerpo pedía regresar a casa a descansar, descubrir ya sin corbata los rincones más maravillosos y desconocidos de este mundo.

Con los años he terminado haciendo viajes de dos o tres días sin tiempo alguno de conocer más allá de las zonas comunes de hoteles y los nombres de algunos recepcionistas. Cierto que Oriente Medio, por el cual llevo viajando tres años carece de la naturalidad, sonrisa y espontaneidad de Latinoamerica y su luz nada tiene que ver con la que descubrí en África. No obstante, la gran diferencia de unos viajes y otros es que aún habiendo en el Golfo sitios de increíble belleza – Omán es sin duda uno de ellos -, ya no hay opción para el tiempo libre, y regresar a España no es un deseo sino una obligación. 

Fuera el cansancio o las ganas de pasar por fin unos días en casa, lo cierto es que cuando la casa Breguet me invitó a participar en su Classic Tour por la capital francesa no sentí gran entusiasmo. Serán los años, lo ya vivido o sencillamente el ritmo loco que todos hoy vivimos, pero lo único que verdaderamente me apetece después de tanto sube-baja es llegar a casa, salir a correr, cenar con la familia y quedarme dormido con un libro.

Sin embargo, la agenda era de lo más tentador y sentía que este tour era una de esas oportunidades únicas que si dejaba pasar nunca más seguramente podría vivir. Por ello, con mi ya buen amigo y director de la marca en España, Philippe Huertas, nos subimos a un avión rumbo a París para disfrutar de dos días con puro sabor francés artesanal.

Tras deshacer a la noche las maletas en el hotel Nolinski, hotel por cierto con una atención y cuidado de los más pequeños detalles como pocos he conocido, dimos un paseo para terminar en una de las mesitas del típico restaurante francés desde donde contemplamos el ir y venir del personal. ¿Os habéis preguntado lo absurdo pero relajante que es esta costumbre parisina? A la mañana siguiente con las pilas cargadas pusimos rumbo a pie a la Plaza Vendôme. En medio de rumores de una posible venta de la camisería Charvet, la primera mirada de nostalgia se dirigió al 28 de esa plaza. ¡Qué difícil debe ser mantener hoy un negocio artesanal donde el tiempo cobra un significado muy diferente al que se le da hoy! 

Momentos después entraban en la boutique más emblemática de Breguet, la del número 6, reabierta en 2015 tras varios meses de reforma, los responsables de los principales países y un reducido número de invitados venidos de todo el mundo. La boutique, de casi 200 m2, está decorada en homenaje a las distintivas características de la marca: el color de las vidrieras está inspirado en las esferas de oro con baño de plata, mientras que el grabado del cristal refleja el tradicional motivo guilloché “clous de Paris”. 

No obstante, lo más interesante se encuentra en la segunda planta: el museo Breguet. En una atmósfera elegante y refinada, los clientes de la marca tienen el placer de descubrir excepcionales tesoros, relojes únicos que abarcan dos siglos de historia y archivos esenciales de la casa que dan testimonio de la singularidad de cada reloj creado desde finales del siglo XVIII. 

De la mano de Emmanuel Breguet, séptima generación de los Breguet, conocí sus modelos más emblemáticos y todo lo que Breguet ha aportado a la aviación, la automoción y, por supuesto, a la alta relojería. También en la segunda planta se encuentra guardado tras una puerta acorazada los archivos más antiguos de la marca. Francamente curioso fue observar como en esos libros el relojero escribía a mano una descripción de lo más detallada del reloj y de su movimiento.

Era tal el detalle que el reloj en cuestión se dibujaba y se especificaban una a una todas las piezas que lo formaban y el precio unitario de cada una de ellas. Esta descripción que ocupaba al menos una hoja se replicaba, por supuesto a mano y por el mismo relojero, en la hoja de al lado la cual se entregaba al cliente. Todavía hoy, el cliente que así lo desee puede hacer que quede reflejado su reloj y su nombre en los archivos de la casa. 

Curioso fue ver la inscripción original de los relojes de Napoleón Bonaparte y de una de las mayores valedoras de la marca, Maria Antonieta. Debido, precisamente, a la lealtad de la reina consorte con Breguet, el presidente del grupo Swatch, grupo al que pertenece Breguet, reforma en su integridad el pequeño Trianon en Versalles. Tuvimos la suerte de visitarlo y entender algo más de uno de los personajes más odiados, pero también más influyentes de su época. Sin duda alguna, visitar su teatro privado, no abierto al público, bien mereció por si solo subirse a ese avión rumbo a París.

La segunda visita del Breguet tour fue al artesano Christophe Fenwick, seguramente la mejor casa del mundo especializada en la fabricación de guantes a medida para los amantes de los automóviles y las motocicletas. En un diminuto taller se toman las medidas de ambas manos, se prueban diferentes modelos y se diseña la forma y el color de lo que será su guante transcurridas las tres semanas de elaboración. Los hay más largos, más cortos, con piel muelle a la altura de los nudillos (algo frecuente en los guantes de moto) y con pieles más finas o gordas según sea el uso al que vayan a ser destinados. Todos los guantes de invierno cuentan con un forro de cachemira de delicioso tacto y pueden llegar hasta el antebrazo. 

Otra nota característica de los guantes de Christophe es el patinado que realiza sobre ellos. No hay dos iguales. Jugando con el color exterior e interior del vehículo ofrece al conductor la posibilidad de con sus guantes hacerle un guiño a su automobil. Los amantes de las café-racers tienen también muchos modelos entre los que escoger. De hecho, Christophe, quien cuenta en su garaje con quince motos ninguna de ellas posterior a 1970, empezó a diseñar guantes al ver el interés que despertaban los que con sus motos históricas llevaba.

Aunque no están homologados, precisamente ahora está trabajando en esto, combinan perfectamente con el aire nostálgico de este tipo de motocicletas. La tela vaquera es otro material presente en su colección más veraniega, así como los guantes sin dedos, algo que, seguridad aparte, da un plus al tacto y al look más sesentero. Si bien la toma de medidas, el diseño y el control de calidad se realiza desde este pequeño taller parisino, la fabricación tiene lugar en Florencia. Si el cliente lo desea le pueden grabar sus iniciales o cualquier otro tipo de leyenda. 

Otro taller que visitamos fue el de los artesanos de Maison Tamboite. Para quienes no lo conozcan, Maison Tamboite está especializado desde su creación en 1912 en la construcción de bicicletas a medida y a mano. Durante cuatro generaciones han salido del pequeño taller de Rue San Nicolás, calle situada en una zona donde abundan artesanos de toda clase, bicicletas totalmente atemporales. Su director artístico Josep de l´Autour nos recibió para explicarnos el porqué de los tres meses y el alto precio a pagar necesario para contar con una bicicleta que rezuma guiños franceses por todos sus radios. 

De líneas clásicas están construidas en hierro para así aguantar mejor el paso del tiempo. Aunque se puede escoger entre varios colores, a estos se le da una patina según sea el deseo del cliente. Pero antes de escoger el color a este cliente se le tomarán quince medidas, medidas que servirán para fabricar el cuadro. Además de contar con un estilo único, es de destacar las ruedas de madera que absorben, como probamos en primera persona, francamente bien el suelo irregular de muchas de las calles históricas de la ciudad. El trabajo de decoración realizado sobre los asientos de piel es más propio de un zapatero bespoke que de uno de bicicletas. 

De algo que se sentían particularmente orgullosos en la casa es de cómo la última generación ha sabido incorporar detalles propios de esta época. Con un motor oculto y a penas apreciable han conseguido un sistema híbrido que puede hacer ilimitado el uso de la batería. No obstante, de necesitarlo habrá solo que quitar con la mano un tornillo de la rueda trasera para recargarla. A través de bluetooth se podrá conectar y desconectar y de manera muy sencilla desde el teléfono el uso de la batería. Desgraciadamente queda pendiente la visita a un artesano zapatero a la cual por agenda no puede asistir. 

Como colofón Breguet abrió uno de los salones del hotel Crillon donde a lo largo de la noche amigos y clientes de la marca pudimos observar las últimas creaciones de la marca y disfrutar de unas maravillosas vistas. Está claro que el equipo directivo de Breguet consiguió transmitir las particularidades de sus relojes asociándose en esta iniciativa con artesanos que comparten el mismo concepto de lujo, refinamiento y exclusividad. 

Continuará…

El Aristócrata

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