¿POR QUÉ AL HABLAR DE COCHES PREFIERO LO CLÁSICO?

Hace menos de un mes visitaba Retromovil, una de las dos grandes ferias dedicada al automóvil clásico que se celebran en Madrid.[...]

Hace menos de un mes visitaba Retromovil, una de las dos grandes ferias dedicada al automóvil clásico que se celebran en Madrid. Al que le apasionan los coches le gustarán, seguramente, tanto los modelos modernos como los antiguos, y disfrutará tanto de ferias como la del Salón del Automóvil como las dedicadas a los clásicos.

Un coche clásico no es un coche viejo. Tampoco es un coche antiguo que pasó sin pena ni gloria. Un clásico, al menos como lo hemos siempre retratado en esta página, es un automóvil que marcó una época y que hoy está, si cabe, más de actualidad que cuando salió de la fábrica. De hecho, en las grandes subastas internacionales se cotizan y se paga mucho más por los coches clásicos que por los más actuales; ediciones limitadas aparte. Modelos de los años 50-70 de McLaren, Aston Martin, Porsche, Jaguar, Morgan, Bugatti, Ferrari etc. alcanzan precios astronómicos.

Esto puede resultar difícil de entender y justificar. Tecnología antediluviana, chasis prehistóricos, seguridad inexistente, conectividad imaginaria y comodidad más que comprometida. ¿Entonces cómo justificar que el interés por este tipo de coches no pare de subir? Sencillo: porque son coches con alma. Coches con duende.

Sin, ni de lejos, poder disfrutar de una de estas maravillas, sí lo hago de alguno más moderno, pero de esos que ya no se fabrican y que tienen hoy, en un mundo de coches impersonales, más sentido y sabor que nunca. Escuchar un V8 de los de antes de gasolina es pura poesía. Hoy, aunque sea esta una motorización relativamente normal, los coches que la montan no suenan ya igual. Las múltiples normativas europeas están intentando salvarnos de morir antes de tiempo, pero, también, de hacerlo con una sonrisa. Quizás por ello, los Ferrari antiguos no prestaran atención alguna a nada más que no fuera la conducción pura otorgando un papel protagonista al sonido.

Girar la llave de un “viejo” F430 es épico. Subirlo de revoluciones en un túnel y escuchar su rugido hasta erótico. Descapotarlo, bajar dos marchas con las levas, mirar como suben de golpe las revoluciones y salir disparado con un sonido embriagador es lo más cercano al éxtasis. Cierto que los Ferrari modernos también consiguen sensaciones de infarto, de hecho, mucho más intensas si cabe. Pero, sin embargo, no tienen el aura y sabor de sus antepasados. Son coches cada vez más difíciles de distinguir de modelos deportivos de otras marcas. Sus líneas ultramodernas, con seguridad, no envejecerán como hicieron la de sus antepasados.

Eso por no hablar de las marcas de gran producción tipo Mercedes, BMW o Audi donde raramente aparece ya un modelo llamado a convertirse en coleccionable. Además, las creaciones más exclusivas de estos grandes grupos comparten infinidad de componentes con el resto de coches de la casa matriz. Conduzcan un Bentley moderno y seguro que habrán visto sus botones en algún modelo de Volkswagen. O ¿vómo puede ser que hoy abras el capó a un deportivo y sea imposible adivinar su motor?

Si el Ferrari 430 spider es diseño, sonido, sensaciones y conducción pura, el Porsche 964 es auténtica esencia retro. Nada que ver con el Ferrari, entre otras cosas les separan catorce años y muchos caballos, pero puro estilo vintage. A toda persona que le gusten los coches seguro que ha soñado alguna vez tener un 911, un automóvil que no es el número uno en nada pero que en su conjunto es el mejor deportivo del mercado. Y lo es por su increíble polivalencia y porque en ninguna faceta deja de quedar muy por encima de coches, a priori, mejores y más caros que él.

Todos los 911 son bonitos, los últimos maquinas perfectas. No obstante, una vez más no hay modelo de 992 que se aproxime al duende de aquellos primeros 911/G. Ni siquiera, en mi opinión, a la de la tercera y cuarta generación, esto es a los conocidos como 964 y 993 respectivamente.

Si hay algo que verdaderamente me relaja es sentarme en el 964, engranar la primera marcha y poner rumbo a cualquier bar de carretera donde estén asegurados unos buenos torreznos. Ver delante de ti el cuadro de instrumentos con sus famosos cinco indicadores posicionados independientemente, sin sobreponerse unos a otros como en los modelos actuales, es auténtico placer para la vista. Su caja, toda una roca, y a prueba de todo tipo de vicisitudes, te anima a hacer kilómetros y kilómetros con la seguridad de que no serás el más rápido, pero sí que disfrutarás de todos y cada uno de ellos.

Su motor con sonido a lata y su emblemática refrigeración por aire hace que te importe lo más mínimo el que te adelante el más impersonal coche eléctrico. Sin PDK ni controles avanzados, te transporta a tiempos donde solo la pericia del conductor era la responsable de ir más o menos rápido. Llegar a los 100KM/h y ver como se eleva el alerón trasero es otra de esas cosas difíciles de describir con palabras.

Viajar en un coche clásico, no en uno viejo, transmite una serie de sensaciones muy difíciles de explicar a quien o bien no le gusten los coches o bien prefiera tener los últimos avances técnicos en su vehículo. Es como intentar convencer a un conductor de la última GS 1200 o de la más avanzada Ducati que por muy bien que frenen o por muy bueno que sea sus chasis de última generación tú sigues prefiriendo tu Harley Davidson de carburación, su inconfundible sonido y sus incomprensibles pero encantadoras vibraciones.

En un mundo donde estos coches tienen los años contados, disfrutar de ellos más que un capricho es una urgencia. Con su desaparición se marchará una época donde los coches tenían alma y eran mucho más que un mero medio de transporte. Donde para arrancarlo no había que tener que ir a ningún sitio concreto, sino que lo hacías solo hacer kilómetros y disfrutar de ese momento. Los que tenéis un clásico seguro que sabéis de lo que hablo. Los que todavía no, os recomiendo asistir a algún certamen de belleza para poder sentir su esencia. Y si podéis, y ahora que todavía estáis a tiempo, haceros con un automóvil con corazón y alma.

El Aristócrata

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COMENTARIOS

6 comentarios

  1. ¡Qué disfrute de reflexiones! No puedo estar más de acuerdo. Conducir un clásico aporta sensaciones increíbles. Es como levitar sobre la carretera y disfrutar de todo lo que ocurre por donde pasas

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    1. Hola:

      La chaqueta no tiene nada verdaderamente especial. Quizás solo que sea del año 78 y que la fabricara Punto Industrial, la empresa de tejidos creada por Alfonso Sanchez Pinilla, una fábrica que fue un referente entre comienzos de los años 60 y mediados de los 80. Estaba situada en Alhaurín de la Torre y de ella se ha escrito hasta un libro por lo que representó para la zona y sus habitantes. Obviamente los parches se cosieron mucho después para darle cierto carácter racing pero manteniendo su imagen vintage. La chaqueta se cae a pedazos pero quizás por ello tenga un sabor especial.

      Gracias a todos por comentar.

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  2. Buenos días,

    Que estupendo artículo. Sin tibiezas ni tonterías de bien queda. Me ha encantado la frase: “disfrutar de ellos más que un capricho es una urgencia“, que gran verdad.

    De entre esas 2 joyas me quedo el Porsche sin dudarlo. Todavía recuerdo cuando pude probar un Turbo o un M3, como te pegas al asiento, me recordaron a la GSXR 1100 que era lo máximo que había sentido hasta entonces. Me impacto mucho más que la 916. El olor a gasolina es perfume en estado puro.

    Feliz semana a todos y gracias por traerme esos recuerdos a la mente de nuevo EA.

    Eneko

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