Siempre resulta buen momento desconectar del bullicio de la ciudad, escapar y disfrutar de la tranquilad del campo. Pero quizás sea el invierno el momento más propicio para ello. Un matutino y largo paseo, seguido de una recia comida y una tarde de libro y chimenea es uno de esos grandes placeres que de vez en cuando nos regala la vida.
Pero antes de entrar en el artículo de hoy me gustaría hacer una mención especial a dos personas que nos dejan este sábado 31 de octubre. Sean Connery y Javier Reverte. En 7 películas, 7 ya mitos del cine, Sean Connery interpretó al agente 007. Como también para muchos de vosotros, este ha sido para mi el mejor agente secreto de cuantos ha habido. Poco que ver con el último, Sean Connery capturó la esencia de lo que Ian Fleming seguramente se imaginaba cuando escribía sus libros: un hombre apuesto, nada afeminado, valiente, intrépido, con sentido del humor, bien vestido y todo un irresistible para cualquier mujer. De pelo en pecho – nada que ver con ese torso metrosexual de Daniel Craig -, atlético, pero no cuerpo de machaca de gimnasio y con un increíble gusto para las mujeres. Mujeres, que, por cierto, tampoco tenían que ver con las flacuchas sin gracia que al parecer prefiere el último James Bond; mujeres de verdad, voluptuosas, con caderas marcadas e infinitamente más auténticas que las que ahora parecen estilarse. Y de su vestimenta qué decir. Desde que dejó paso a los siguientes 007 nunca se volvieron a ver mejores trajes y esmóquines que los suyos.
Javier Reverte, junto a Joseph Conrad, me descubrió el placer de viajar y, más concretamente, de viajar por África. Los que me conocéis sabéis de mi amor por ese continente. A pesar de haber tenido, y tener, la enorme suerte de viajar por todo el mundo, nunca he sido tan feliz como cuando lo hacía por África. Javier, infatigable viajero, siempre me acompañaba en forma de libro en mis primeros trayectos dándome la pincelada que necesitaba para saborear cada paso que daba por las calles antes por él recorridas. Si “El corazón de las tinieblas” es de esos libros que justifica releer un libro, la Trilogía de África de Javier Reverte es un billete de avión gratis, y en primera clase, a los destinos más apasionantes que el ser humano nunca ha pisado. Ambos DEP.
Volviendo a nuestro artículo de esta semana apuntar que hoy contamos con ropa técnica muy buena para enfrentarnos al frio y la lluvia del invierno. Sin embargo, existen otras prendas, mucho más especiales, que lo hacen, además, con elegancia. Y una de ellas es la chaqueta de Tweed; chaqueta por cierto que Sean Connery vistió con gran personalidad en “Lo Intocables” de Elliot Ness.
Nacida en el norte de Escocia para proteger a los campesinos bajo la lluvia y el frío, ya en el S. XIX la vestía la aristocracia, aristocracia que años después la empezó a utilizar para practicar sus deportes favoritos; entre ellos la caza y la pesca. Desde entonces esta chaqueta, tanto sobre una camisa a cuadros de villela y corbata de lana, ambos en colores oscuros como el verde o los ocres, como sobre un jersey de lana o cachemira resulta la compañera ideal con la que olvidarse del aparatoso abrigo.
Es importante tener en cuenta que el paseo requiere de comodidad. Por ello, la hechura de esta chaqueta debe ser amplia ayudando a la total libertad de movimientos, además de permitir incorporar bajo ella otras prendas de abrigo. Quién aun así prefiera una capa extra de abrigo siempre puede recurrir a un chaleco, tanto en su versión de hilera cruzada como sencilla.
El andar entre maleza y matorrales agradece olvidarse del clásico traje completo de Tweed y sustituir su pantalón por uno tipo bombacho o knickers. De esta manera además de no engancharse el pantalón, la bota alta protegerá de salirse de la ruta marcada.
Aquellos a los que no les guste la bota, siempre podrán sustituirla por un grueso calcetín alto y un armado zapato o bota baja, más elegante de piel que de cualquier compuesto técnico moderno. Obviamente el modelo elegido es mejor con suela de goma y un marcado dibujo para no resbalar. De no contar con Gore-Tex, la grasa de caballo asegura volver a casa con los pies secos.
Tanto los zapatos como las botas, bajas y altas, ganan presencia con el paso de los años resultando cada año, de cuidarse adecuadamente, más especiales. Con terreno pantanoso las botas de agua, también con suela comando, son las más adecuadas.
De hacer mucho frío, los amantes de la tradición seguro que disfrutan de sus irrompibles abrigos Loden o incluso de sus chaquetas austriacas, pero también tanto un tres cuartos como un abrigo tipo capote o poncho resultan acertadas alternativas.
Los forros polares quizás no sean la opción más elegante, aunque sí una de las más cómodas. Además, conocidas casas como Holland & Holland, Beretta o Purdey llevan ya años ofreciendo modelos de lo más interesantes. Si al frío se le une una intensa lluvia, parece adecuado protegerse de la misma con un abrigo resistente a la misma. En estas ocasiones, las chaquetas de algodón encerado, aportan una clara protección extra.
Para la cabeza mejor sombrero o gorra inglesa que gorro de lana. Concretamente la gorra inglesa protege del frio y la lluvia con la seguridad extra frente al sombrero de no salir volando de hacer viento. Unos buenos y abrigados guantes de piel nunca están de más.
La elección del pantalón debe tener como primer objetivo aportar calor. Por ello, y por estética, los pantalones vaqueros quedan descartados. En su lugar los de lana, franela, donegal o pana resultan más recomendables. Si el frío es verdaderamente intenso unos calzoncillos largos son muy bienvenidos.
Ya en casa, nuestra chaqueta más internacional, la Teba, mejor en verde o marrón, resulta ideal frente a la chimenea. Chimenea que también verá con buenos unas slippers Albert de terciopelo o, de no encontrarnos en nuestra propia casa, unas botas bajas diferentes a las vestidas fuera pues podrían estar mojadas o, muy probablemente, llenas de barro.
Seguramente mucha de esta ropa la empleaban ya los grandes exploradores y cazadores de los que Reverte habla en sus ya irrepetibles libros de viajes.
El Aristócrata
6 comentarios
Un grande D.Sean, un grande D. Javier (ahora estoy leyendo su último libro; "Suite Italiana" y me acude la pena al saber que ya no habrá más) y un grande usted al recordarlos y rendirles homenaje en esta inspiradora columna.
Soy una apasionada del campo. Mi mayor placer es refugiarme en nuestra caso de campo con mi marido y mis hijos y ver como se consume la leña con un buen libro. Y ratos inolvidables he pasado leyendo a Javier, DEP.
Grande Aristócrata tanto por tus escritos que son obligados los domingos por la tarde como por la calidad humana que se esconde tras ellos.
Guille
¡Qué verdad la frase de la semana!
De hecho, no conozco a ningún viajero que sea nacionalista. Ya lo decía Cela: "la mejor medicina para el nacionalismo es un libro y un billete de avión".
Albert
¿Dónde se pueden comprar capotes como los de la foto?
Gracias por adelantado
Estíbaliz
Enhorabuena por el artículo.
Las capas de tejido loden se llaman koltze, similares a los capote mantas militares españoles. El capote de la última foto es de Mantas de Grazalema.
Saludos
LML