Decía el Conde de Chesterfield que el estilo es
el ropaje del pensamiento y que un pensamiento bien vestido, como un hombre bien
vestido, se presenta mejor.
Seguramente de
seguir con nosotros, a nuestro Conde no le hubiera importado tampoco admitir
que si bien el hábito no hace al monje, la imagen exterior puede convertirse en
una poderosa tarjeta de visita. Y es que, tanto antes como ahora, aunque las
apariencias puedan engañar, y mucho, el ir elegantemente vestido lleva
implícito una serie de presunciones como éxito, gusto y posición social,
características todas ellas que de utilizarse correctamente pueden ser de gran
ayuda tanto en las relaciones personales como en las profesionales.
Amigos admitámoslo,
hay puertas, y no solo la de los bares o restaurantes de moda, que se abren o se
cierran según sea sencillamente el aspecto de quien a ellas llama. ¡No será
justo no, pero es lo que hay!
Y es que además de evitar
un…disculpe que no le abriese es que
tenía usted pinta de sospechoso, un cuidado aspecto habla por sí solo de quien
se ha tomado la molestia de que su presencia le distinga. Además, el vestir
correctamente no debería ser considerado como una señal de esnobismo sino
sencillamente como una muestra de deferencia hacia las personas que nos rodean.
Somos vistos antes
de ser escuchados. Innumerables estudios demuestran que el ser humano se forma
una opinión de sus semejantes en cuestión solo de segundos siendo además muy
difícil que llegue con el tiempo a cambiarla. Y esa opinión se crea según la
imagen que se proyecta al exterior.
Y es precisamente la imagen exterior la que
hará que, por ejemplo, te den entrada al local de moda, te reciba el responsable
de un comercio o sencillamente se detenga alguien en la calle a indicarte como
encontrar una dirección.
Decía el irrepetible Oscar Wilde que no hay una segunda oportunidad para una primera impresión. Aunque solo fuese para presumir de conocer la obra del dramaturgo británico se debería tener presente que la superficialidad de las relaciones humanas obliga a vigilar tanto el contenido como el continente del mensaje. No solo son las palabras, sino también los gestos, la mirada y, por supuesto, el atuendo lo que dan forma a dicho mensaje.
Decía el irrepetible Oscar Wilde que no hay una segunda oportunidad para una primera impresión. Aunque solo fuese para presumir de conocer la obra del dramaturgo británico se debería tener presente que la superficialidad de las relaciones humanas obliga a vigilar tanto el contenido como el continente del mensaje. No solo son las palabras, sino también los gestos, la mirada y, por supuesto, el atuendo lo que dan forma a dicho mensaje.
Y es que hay gestos
tan tristemente extendidos como el desabotonarse el botón del cuello de la
camisa, el desprenderse de la chaqueta al sentarse en la mesa o el seguir
llevando los calcetines de la Primera Comunión que pueden hacer que no se
presente esa segunda oportunidad.
La uniformidad en
la vestimenta del caballero español de la que hablábamos el pasado mes unida a
la timidez y a la falta de información hace que los pocos que saben escoger un
buena hechura para su traje, combinarlo con los calcetines adecuados – los
calcetines, por cierto, se eligen según el color del pantalón y no del zapato –
e imprimir un interesante toque de estilo a su conjunto con un pañuelo de
bolsillo, destaquen sobre el resto muy fácilmente.
El Gentleman del S. XXI sabe que hay
muchas opciones antes de escoger unos aburridos calcetines negros, que los zapatos
en tono chocolate aportan un toque especial al traje de la mañana, que los
trajes cruzados son mucho más elegantes, además de estilosos, que los de hilera
sencilla, que el uso de tirantes tiene innumerables ventajas estéticas y que la
gran oferta de corbatas permite que combinándolas correctamente se consiga un nuevo look todos los días.
Y por supuesto el Gentleman del S. XXI huye de marcas y
estridencias y prefiere que su elegancia destaque por su conjunto artesanal y
no por parecer un hombre anuncio. Sabe que las palabras elegancia e intemporalidad
forman su binomio perfecto y por ello es la sencillez, y no el ser prisionero
de las modas pasajeras, la característica que le distingue. Porque es
precisamente esa elegante sencillez la responsable de algo de lo que solo él es
capaz: pasar desapercibido pero sin dejar a nadie indiferente.
El Aristócrata
4 comentarios:
Estimado Aristócrata;
Me ha alegrado sobremanera ver que hoy por primera vez hace referencia fotográfica a uno de los iconos mas importantes del siglo XX del mundo masculino, Steve Mcqueen. Uno de los hombres, que junto con Marlon Brando y Paul Newman marcaron un "caracter" rebelde pero formal que hizo que les hizo iconos del mundo masculino tan ligado al mundo ingles del motor; Rolls, Bentley, Aston Martin y por supuesto motos triumph ... elegancia "british" sobre ruedas.
Un cordial saludo.
Ckt.
Estimado Aristócrata;
le felicito por los dos últimos artículos, excelentes exposiciones de "principios" para los que somos precisamente principiantes en este mundo.
Me gustaría proponerle un tema: libros de moda masculina. Conozco los de B. Roetzel y algún otro, pero no consigo encontrar mucho más, al menos en las librerías habituales de Madrid. Creo que sería interesante hacer un repaso de esos libros que no deberían faltar en la biblioteca de los aficionados a la moda clásica. Seguro que desde su experiencia nos puede dar un buen puñado de interesantes títulos.
Un saludo afectuoso.
Apreciado Aristócrata, me gustaría que en alguna publicación se tratara el tema sobre la gran importancia de enseñar y transmitir el buen vestir a nuestros niños(as)y adolescentes. Considero que por la falta de esta educación, batallamos de adultos para tener una buena presencia.
Con un cordial saludo, desde México, Ernesto A. Silva
Totalmente de acuerdo. Con todo.
Un saludo.
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