REFLEXIONES DE UN DOMINGO POR LA TARDE

Tenía preparado un artículo para ayer domingo. Sin embargo, paseando el jueves por la calle me llegué a preguntar sobre si seguir haciéndolo.[...]

Tenía preparado un artículo para ayer domingo. Sin embargo, paseando el jueves por la calle me llegué a preguntar sobre si seguir haciéndolo. Más, en un mundo que toma una dirección, y a gran velocidad, que me hubiera costado creer solo unos años atrás.

No es que ahora dé por bueno dichos cambios, solo que siento que llegó el momento de ser conscientes de que no hay marcha atrás y lo mejor que podemos hacer es aceptar las cosas tal y como son y buscar refugio en aquellos amigos con los que vivimos tiempos pasados. Tiempos para nosotros diferentes y, por qué no decirlo, también mejores. 

La semana pasada fue dura en lo profesional. Más que dura, un poco decepcionante. Cierto que con el día de los enamorados, amor que sienta a la mesa a todas las personas que nos amamos en la familia, hizo que lo que consideramos verdaderamente importante prevaleciese en mi memoria al final de los siete días. 

Empecé este artículo poco después de que César Calvo de Mora saliera de casa de probarme. Y, aunque la realidad es la que es, me alegró de saber que su lista de clientes, más siendo jóvenes, aumente cada día. Sin embargo, me temo que esos clientes son un porcentaje tan pequeño que de ser evaluado no saldrían reflejados en encuesta alguna. Me sentaba entonces delante del teclado y empezaba a escribir recordando lo que hacía no tanto tiempo era la situación española. 

Con cierta desilusión, amanecía el jueves y sin una gran justificación por la que entrar en la ducha pensaba en cómo sería ese jueves si pudiera hacer lo que me diera en gana. Entonces me visualicé con unos vaqueros, unas zapatillas de conducir, uno de mis polos de manga larga, los viejos guantes de coche de mi padre y mi querido 964 camino de la Cruz Verde y directo a saborear unos buenos torreznos. Pero como todo en la vida no se puede tener, me tocó cambiar el destino final. Fue entonces cuando estando en la oficina con vaqueros y deportivas me di cuenta de que precisamente esa era la mejor forma de pasar desapercibido. Porque nos guste o no hoy llaman menos la atención unas New Balance – no os comais la pantalla, las mías eran deportivas, pero no NB – que un zapato de cordones con una mínima calidad.

Un coche con 29 años tiene muchas cosas positivas, entre ellas pasar desapercibido, por lo que moverte con él por Madrid despierta menos atención que hacerlo con un Dacia. Mientras miraba por el retrovisor perderse la gran urbe de Madrid y viendo esos míticos 5 relojes, me preguntaba si los propietarios de esos enormes híbridos y eléctricos con los que me cruzaba eran conscientes de que mi 964, aun siendo de gasolina 100%, había contaminado infinitamente menos de lo que han hecho, o harán, los múltiples coches que en esos 29 años el orgulloso conductor ecofriendly conducirá. 

Con la respuesta clara, soy cada día más consciente de la gran mentira del coche eléctrico. Al menos mentira si ese coche eléctrico no se ha producido utilizando energías renovables, sin habérsele instalado una batería producida fuera de China, sin haberse recargado durante su vida útil con energías limpias, sin habérsele hecho cientos de miles de kilómetros y, no menos importante, sin haber encontrado una segunda vida útil a dicha batería. Pues eso, que sin rubor alguno aceleraba y adelantaba con ese motor de refrigeración por aire a cuanto coche me encontraba sin pensar ni un segundo en la matraca de quienes con la sostenibilidad siempre en la boca nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. 

Pero si los coches han cambiado, no menos lo han hecho otras cosas como, por ejemplo, los relojes, no tanto tiempo atrás auténticos objetos de culto. Soy, como vosotros, un loco de los relojes, pero de la alta relojería. Y ya ni siquiera incluyo en “alta relojería” las grandes complicaciones. Me basta con aceptar como tal cualquier reloj mecánico, hasta un ETA. Y estoy dispuesto a bajar tanto el nivel porque es cuanto menos sorprendente ver tantas y tantas muñecas acompañadas de un reloj inteligente. De ser deportista, hasta podría entenderlo. Pero de no serlo: ¿acaso no has tenido la curiosidad de informarte del trabajo, el esfuerzo, la meticulosidad, la complejidad y hasta el amor que lleva atrás un reloj mecánico? ¿Cómo comparar esto con un reloj sin alma alguna y producido en una cadena de montaje como si de churros se tratara?

Hoy las revistas se leen en tabletas. Ya apenas quedan en papel. Y si se encuentran son mensuales, sino bimensuales, y semanales como no tanto tiempo atrás. ¿Con cuánta gente tratáis que os recomiende hablando con ellos un libro? O, mejor dicho, ¿cuántos lectores habituales conocéis? Sino pocos, sí claramente menos que hace unos años. ¿Cuántas conversaciones giran sobre el último libro que estáis leyendo o sobre la calidad de la última Ópera del Real? Pocas ¿cierto? Pero si me preguntas si ha bajado el nivel cultural de nuestra sociedad sinceramente no me atrevería a contestar. De lo que sí estoy seguro es de que se trata de sociedades diferentes. Decisión muy personal añorar cosas del pasado o apostar por ese futuro tan diferente.

También diferente es la forma en la que nos relacionamos. Por poner solo un ejemplo: ¿cómo es posible que en los restaurantes de moda tipo Arde, Amazónico o Ramses haya lista de espera mientras las tabernas con más solera de Madrid estén echando el cierre? ¿Acaso no tiene más sabor un vermut sobre una barra de latón que un combinado en cualquiera de estos sitios? Puede ser que yo más de rabo de toro que de cunat de pato, pero de lo que no soy es de esa manía tan de clase media española con aspiraciones de acudir a sitios donde ver y dejarse ver.  Y por supuesto, no lo soy de pagar más de 20 euros por un gintonic sin un servicio a la altura. 

Dicho esto, lo que más me llama la atención son las luchas de los más jóvenes. Que si más teletrabajo – si al menos fueran sinceros dirían que lo que verdaderamente quieren es trabajar siempre desde casa -. Basta leer redes sociales, tipo LinkedIn, para visualizar una realidad: la gente quiere trabajar menos horas, cobrar más, menos compromiso, más derechos, semanas de cuatro días, mejores ambientes laborales, más vacaciones, más libertad de horarios… Y yo me pregunto: ¿si las cosas fueran mal a la empresa, el trabajador estaría dispuesto a trabajar más horas, se olvidaría de sus vacaciones, se bajaría el sueldo, renunciaría a trabajar desde casa para arrimar el hombro en la oficina con sus compañeros e intentar sacar la empresa adelante como sea? Estaremos de acuerdo que la empresa debe dar derechos a sus trabajadores, pero estos también deberían tener el mismo número de obligaciones que de derechos con esta. Y el que se queje de lo explotadora que es su empresa lo tiene fácil. Monte usted una, emplee a cientos de trabajadores y dele todos los derechos que usted reclama hoy trabajando para un tercero. Quién sabe, lo mismo el empresario ya no es tan malo y empieza a pensárselo. 

Toca reservar en las clases de spinning de cualquier gimnasio con antelación, otras grupales están igual de llenas e incluso a primerísima hora de la mañana. Gimnasios a rebosar mientras los deportes al aire libre van perdiendo adeptos. Toca todo rápido, sin poderse para un segundo a disfrutar del momento o del trayecto. Corriendo al vestuario, cambio de ropa, sudar como si no hubiera un mañana, ducha rápida y a casa a la misma velocidad que llegamos. Cuando corro o salgo en bicicleta y veo a toda a través de sus ventanas en máquinas de correr me pregunto si son conscientes de lo que se están perdiendo no corriendo ese mismo tiempo al aire libre. 

Dejaré la educación y los modales para otro momento…

Y me preguntaréis que qué tiene todo esto que ver con la temática de esta página. La respuesta, me temo, es sencilla. Con esta nueva sociedad se antoja cuanto menos difícil que alguien valore e invierta su tiempo en hacerse con un buen abrigo. ¡Tres veces al sastre, más de cinco horas de mi tiempo, una parte importante de mis ahorros, ni hablar! ¿Cuántos abrigos habéis visto este invierno? Yo muy pocos. ¿Quién con la comodidad y a la aprobación general de las NB pasará días, sino semanas, adiestrando a sus nuevos zapatos ingleses? ¿Quién con la aceptación de la dejadez se va a seguir mirando en el espejo para anudarse su corbata? ¿Por qué comprar más de dos o tres trajes si con uno azul me valgo de lunes a viernes y, además, la masa lo aprueba? ¿Acaso la dejadez no se ha convertido hoy en naturalidad? 

No todo tiempo pasado fue mejor, pero nos dirigimos hacia un nuevo mundo que en vez de conservar lo bueno del pasado y mejorar lo que tuvo de malo solo busca una ruptura radical con aquel. Y lo hace olvidando que somos lo que somos por que aquello, y a Dios gracias, en algún momento de nuestra historia ocurrió. 

El Aristócrata

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COMENTARIOS

14 comentarios

  1. Uff y yo pensando en echarle la bronca, por que ya no nos regalaba el blog semanal. Artículo 100% valiente y real, no me he podido sentir más identificado y cada vez me siento más un raro avis. Sinceramente me ha dejado sin palabras y no soy tan mayor, 48. Y no me avergüenza decir que no tengo ni de broma su nivel económico y no me puedo quejar. Si le sirve de consuelo, después del leer el reportaje de LR, estoy apunto de encargar un Saint Crispin’s, modelo 542. Y desde luego va a suponer un esfuerzo, pero me niego a que me absorba esta sociedad, que no la quiero para mis dos hijos.

    Gracias de corazón EA, valiente.

    Feliz semana a todos.

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  2. ¿Y sería mejor si te encontraras las carreteras llenas de coches clásicos? ¿O los senderos llenos de corredores como lo están de bicis de montaña? ¿O todo el mundo igual con los mismos relojes y abrigos buenos? Piénsalo de esta manera, ante un mundo más mediocre es más fácil marcar la diferencia.

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  3. Gracias por su valentía y por abrirnos su corazón así; me he sentido muy identificado con sus impresiones y comparto absolutamente su visión. Mismamente, este domingo a la hora del vermú en una zona de moda de una ciudad del norte de España, me sentía una especie de bicho raro por vestir americana con camisa y zapatos. Sin embargo, me consuela la sensación que me produce ver por la calle a alguien bien vestido: es que se me alegra el alma, caray.

    El nuevo punk es educado, calza zapatos, se anuda corbatas y se abriga con lana. Orgulloso de serlo.

    No desfallezca, D. José María, le queremos.

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  4. No puedo que sentir más que empatía, generacional seguramente, por estas reflexiones.
    Me gustaría añadir algunas propias, tanto históricas como morales.
    No es la primera vez que una generación tiene una sensación de fin de época, de decadencia civilizacional, de “caída del Imperio romano”. Más allá de lo meramente estético. Ver la “Decadencia de Occidente” de O. Spengler por ejemplo.
    Por otro lado, en el pecado llevamos la penitencia. Los que seguimos a nuestros padres en la creencia de que una ética de esfuerzo y recompensa material era suficiente, pensando que un cierto orden social natural, lógico caería por su propio peso (“Haga como yo, no se meta en política”…) seguramente nos equivocamos.
    Nos queda un cierto sentido trágico de la vida, como vía de escape o como última esperanza. Quien sabe.

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  5. Lamento no estar de acuerdo con usted, don José María. Tengo 39 años, comparto su concepto de elegancia y savoir vivre, siento esa sensación de decadencia, y para colmo soy del casco antiguo una ciudad en vías de turistificación y gentrificación que en los últimos 25 años ha perdido 40000 habitantes, Cádiz. Pero sé que si hubiera vivido en los años 50 habría añorado el tweed de los 30, y si hubiera vivido en los 30 añoraría el mundo que se perdió en 1914. Ese es mi sino.

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  6. Curiosamente compartía estas reflexiones con un buen amigo en una sobremesa acompañados de un buen ron solera. Esta misma imagen y reflexiones se repiten quincenalmente, al menos desde hace un par de años.
    Se confunde el teletrabajo con trabajar en casa y en pijama, o lo que es peor, con el “teledescanso”. Se confunde la sostenibilidad con el green whasing.
    Vestir informal es el equivalente a como nos vestimos para practicar deporte. Y así un sinfín de cosas.
    Y lo de la cultura del esfuerzo y del sacrificio…
    Y si además alguien es capaz de decir que ha descubierto lo ecológico que resulta secar la ropa tendida al sol en lugar de usar la secadora. Sin duda, mi bisabuela fue una pionera de la ecología y afortunadamente nos enseñó bien a tender la ropa al sol.
    Difícil luchar contra los cambios que nos vienen. Aunque podemos seguir siendo rebeldes como lo fuimos de jóvenes.
    Aún y así no desesperemos. Todavía podemos seguir disfrutando de las cosas que nos gustan y algunos jóvenes se apuntan a esto.
    También debo decir que la sostenibilidad bien entendida es bastante positiva, sobre todo si no se olvidan de que la economía es una de las patas de la sostenibilidad.
    Ánimo y sigan haciéndonos disfrutar con sus enseñanzas.

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  7. Sin duda alguna, lo mejor que ha escrito,y no puedo estar más de acuerdo.

    España se ha convertido en un país muy mediocre, pobreza extrema, hay radica el problema. Y los pocos que tienen dinero, que son muy pocos, son mucho más pobres que la clase alta europea y mundial, y solo se gastan el dinero en coches para aparentar lo que no son.

    Vivimos es un país que se crítica por envidia a los pocos que van bien vestidos, cuando debería ser a la inversa. El gusto, la cultura, y la economía se ha deteriorado a tal nivel, que se ha normalizado la mediocridad.

    Hoy leyendo una noticia de “El economista” me he quedado de piedra, dicen que si España sigue así, para el año 2050, Nigeria económicamente nos superará.

    La mediocridad se contagia y no hay mascarilla, ni vacuna que lo frene, pero mejor así es más fácil destacar.

    España está llena de envidiosos y clase alta muy cateta que en verdad no es tan alta.

    Conozco a varios artesanos que cada vez tienen mucho más trabajo, y que cada vez cobran más, gracias a los extranjeros.

    Por mucho que digan los españoles de que no sólo se ha dejado de vestir en España, sino que es en todos los países, es solo una mentira, para no sentirse mal consigo mismo. Solo hay que viajar y mirar cómo van vestidos por la calle en Francia, Milán, Roma, Florencia, Bruselas, Nápoles, Japón, New York etc… para darse cuenta que cada vez hay más artesanos nuevos y firmas de lujo que no pisan España y cobrándolo a precios muy elevados, pero allí lo pagan, porque lo valoran, porque entienden, y sobre todo porque pueden.

    Sería muy interesante un artículo dirigido específicamente para informar de lo que valen las prendas y zapatos bespoke y MTM en zapateros artesanos y sastres de los anteriores países mencionados.

    Invito a leer el foro de Rincón de caballeros, para ver el nivel que existe, y van sacando pecho y dándoselas de entendidos.

    Es hora de sincerarse. Un saludo

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    1. La gran mayoría de la gente del foro Rincón de Caballeros viste muchísimo mejor que la gran mayoría de la gente que pueda usted ver por la calle.

      Afortunadamente hay foros así que sirven de refugio para gente que se preocupa por la calidad de lo que compra.

      Ha sido un muy mal ejemplo.

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  8. Pocos artículos suyos, Sr. Galiacho, han generado tanta simpatía entre sus seguidores. Y me permito contar dos cosas que me han sucedido estos último días y que creo que son pertinentes…La primera ha sido escuchar el adelanto de Songs of Surrender de U2 y la segunda, comprarme unas deportivas… buenas, sobrias, estilosas…pero deportivas al fin y al cabo. Compra que intento autojustificar; que si son para el fin de semana, que si no me voy a comprar otros putos náuticos…con lo cual pasé de unos oxford negros el jueves a las deportivas de los cojones el viernes… viernes en que coincidió la escucha de esas infames tres versiones (cambian incluso la letra). Sensación de rendición, que me acompañó todo el día, sobre todo cuando me dio por fijarme en el calzado de la gente por la calle Uría, el 90 % en playeros (como decimos por el norte) y yo entre ellos por muy “deportivas” que llevara en los pies.
    Salvé la semana (el orgullo) comprando un libro, en papel. La Impaciencia del Corazón, de Zweig.
    Saludos!!

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  9. Comparto completamente el artículo. Por desgracia, creo que el escenario es mucho más desolador aún. Nuevas generaciones que se forjan en la autocomplacencia gracias a que están consentidos desde la cuna. Sin ninguna capacidad de sacrificio y esfuerzo por conseguir lo que siempre ha sido básico en cualquier sociedad humana, renunciar a satisfacer necesidades y placeres inmediatos buscando una recompensa futura mayor que compense esa renuncia. Palabras nuevas en nuestro vocabulario popular, como resiliencia, que llevaban con nosotros toda la vida, pero que han llegado para que nos demos cuenta de que no tenemos la más mínima ya. Sociedades decadentes, como siempre, sí, pero ahora con tanta información y acceso al conocimiento que parece mentira que el espíritu crítico brille por su ausencia. Tropas de borregos detrás del último lanzamiento de tal o cual marca de moda, que ni favorece ni es genuinamente superior a lo vendido la temporada pasada, muchas veces a precios escandalosos teniendo en cuenta la calidad/exclusividad de los productos, que además se convierten en objetos de auténtico culto… En fin, dan ganas de decir aquello de que paren que me bajo…

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  10. Hay días que nos miramos al espejo de verdad y nos hacemos preguntas en exceso, miramos posado en nuestro hombro al pájaro de las duda, con esas alas suyas de corto vuelo, y sentimos un cierto desprecio hacia lo cotidiano. La sensación es algo indeterminada, pero más universal de lo que pensamos… De algún modo, nos creemos representantes de ciertos valores, personalísimos, que en estos días concretos nos pesan. Y dan ganas de sentarse en la cuneta, descansar, rendirse un ápice por derecho, y callar los instantes de carne mortal que nos hemos perdido entre tantos buenos ideales. Entiendo su desánimo, que le honra del mismo modo que sus fuerzas. Uno no deja de creer en el mundo, por mucho que cambie, porque somos parte de él. Este es nuestro tiempo, como le decía hoy mismo a un compañero a propósito de las tecnologías que eclipsan el sentido del tacto, la caricia recíproca de la escritura… Bien está siempre compartir la vida, la vivida y la pensada, y en la oportunidad nos encontramos aquí.

    Gracias por la reflexión y todos los ecos que provoca.

    Saludos.

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  11. Dentro de unos pocos días podremos leer un artículo como el suyo simplemente pidiendo al buscador bing con inteligencia artificial que nos cuente un relato nostálgico.
    No se lo tome a mal, simplemente le quiero decir que si le parece que los tiempos han cambiado, prepárese para la revolución que viene con la IA, que ya está aquí y lo va a cambiar todo.

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  12. Pues en efecto, todo está cambiando muy rápidamente debido en gran parte a la tecnología.
    La forma de vestir, de comunicarse, de trabajar, los referentes de la sociedad… y en todos esos cambios hay cosas buenas y menos buenas.
    Coincido que se están perdiendo sobre todo los valores como educación, respeto, esfuerzo, ayuda al progimo… y todo ello lleva a una vida más superflua, a un vestir menos elegante, a un culto al cuerpo excesivo… pero como dice algún otro lector, es el momento que nos ha tocado vivir y no nos queda mas remedio que adaptarnos y en la medida que podamos, seguir nuestras tradiciones y valores para que no nos convirtamos en lo que la sociedad nos quiere convertir.
    Un abrazo y enhorabuena por su web!

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  13. Estimado Aristócrata:

    Se está haciendo mayor. ¡Bienvenido al Club! El mundo ha cambiado y no hay vuelta atrás. Lo importante se ha perdido frente a lo urgente. Yo viví un Madrid que ya no existe, salvo algún escaso ejemplo. Si paseo por Madrid, y no digamos `por mi pueblo de adopción, correctamente vestido (y no me refiero a trajeado) o con un abrigo, destaco más que una mosca en leche. Incluso alguno me mira mal. Los bares, cafeterías, cines, restaurantes que frecuenté en mi juventud, no existen. Todo ha cambiado y no precisamente a mejor. A los mayores, sólo nos queda la nostalgia…Vaya acostumbrándose.
    Un saludo

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