AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS TREINTA

En plena resaca del crack del 29 y a las puertas de una nueva Guerra Mundial emergió la que es considerada como la década dorada de la vestimenta masculina.[...]

En plena resaca del crack del 29 y a las puertas de una nueva Guerra Mundial emergió la que es considerada como la década dorada de la vestimenta masculina. Por ello, esta semana queremos echar la vista atrás y
asomarnos a los armarios de aquellos hombres que rompieron con la rigidez de la época eduardina y apostaron por mirar al futuro con optimismo, transmitiendo la alegría de vivir a toda su ropa.

Las líneas rectas de los años 20 dejan paso al English Drape. Una ancha espalda rematada en una estrecha cintura conseguía la imagen atlética que reclamaba el momento. Unas marcadas hombreras, unas solapas anchas y un pantalón alto y de gran diámetro terminaban de definir el gusto imperante en aquellos años. Sin embargo, si hay algo por lo que se recordarán los años 30 es por la enorme variedad de sus conjuntos. Los hombres de entonces no visten para parecer elegantes, ni tan siquiera para ser admitidos en sociedad; lo hacen sencillamente por el placer que les produce vestir.

Los años 30 serán testigos de una eclosión de colores, diseños, complementos y hasta de conjuntos no conocidos hasta la fecha. Aquel disfrute en el vestir se aprecia tanto en los trajes formales como en los de sport. El cambiarse varias veces de traje al día se convierte en un gesto muy frecuente. Si se acudía a la ciudad con un serio traje oscuro de tres piezas, este se cambiaba a la tarde por otro de color verde cruzado, el cual a su vez se colgaba para disfrutar de uno marrón de Tweed a la caída del sol. Los modelos de abrigos se antojan infinitos y se alternan según la seriedad del lugar al que se acuda. Los esmóquines se apoderan de la noche compartiendo protagonismo
con el todavía obligado frac.

Vestir casi siempre de traje exigía distinguir los trajes formales de los de tiempo libre. En los serios se experimenta con todo tipo de hechuras, desde los recién llegados trajes de hilera sencilla hasta los populares cruzados
y los imprescindibles tres piezas. Se empiezan a desarmar progresivamente las chaquetas y se alternan todo tipo de hechuras posibles de chalecos. Los estampados lisos comparten protagonismo con los cuadros y los diplomáticos; estos últimos puestos de moda por los gánsteres del momento. Sin embargo, es en los trajes de sport con los que se rompe definitivamente con el pasado llenándose las principales ciudades de medio mundo de nuevos estampados, colores y variedad. 

Un abrigo cruzado de Tweed oculta un traje de cheviot mientras que un Crombie beis hace lo propio con un conjunto de blazer azul y pantalón gris a rayas. Un sombrero de fieltro, unos guantes de piel y el muchas veces imprescindible paraguas, rematan una estampa muy común en la época. Y si este era un look muy extendido en invierno, en verano las puestas en escena eran, si cabe, más increíbles. Tejidos herringbone, a rayas incluso diagonales, ojos de perdiz, tartanes o Príncipe de Gales en variados colores eran todas telas muy repetidas.

Esta revolución se aprecia igualmente en la ropa de deporte. Jugar al tenis, al cricket o al golf exigía disponer de varios conjuntos para cada deporte; conjuntos donde los pantalones bombachos y la tradicional chaqueta jugaban un papel fundamental. En la playa comparten espacio los trajes de baño con los de lino.

El placer de vestir se manifiesta también a la hora de elegir los complementos. Si los sombreros de fieltro acompañan a los conjuntos formales, las gorras de lana son inseparables de los de sport. Los calcetines se llenan de color, de líneas y cuadros, siendo habitual ver un calcetín verde de rayas con un traje gris y uno azul a cuadros con un traje marrón.

Clark Gable, Cary Grant, Spencer Tracy, James Cagney, Gary Cooper o el Príncipe de Gales fueron un buen exponente de aquellos maravillosos años.

El Aristócrata

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COMENTARIOS

12 comentarios

  1. Los de la época eduardiana estaban forrados de dinero, por eso eran elegantes. Habría que verlos hoy, con la crisis que tenemos. Serían unos piltrafas, como todos.
    Saludos,
    Onofre.

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  2. Probablemente el siglo XX haya sido el menos elegante de la historia contemporánea. A la "rebelión de las masas" ha sucedido el absoluto relativismo. Pensemos, por un momento, en una de las tradiciones más elegantes de la historia: el duelo; y comparémosla con, digamos, su equivalente actual: la querella por injurias. Realmente la diferencia es abismal, tanto desde un punto de vista estético como moral. E imaginemos algo realmente interesante: acudir a nuestro sastre para que confeccione un atuendo de duelista, pongamos, para una mañana de enero. Apasionante.
    Saludos.
    Héctor.

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  3. Héctor,
    ¿Está usted en contra de la rebelión de las masas? ¿Considera que deben consentir ser eternamente aplastadas y que se abuse de ellas por las clases altas? Vamos hombre…
    Saludos,
    Onofre.

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  4. Debería de leer usted "la rebelión de las masas de Ortega Y Gasset" y entendería complétamente el comentario de Hector… me parece que no ha comprendido su opinión.

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  5. Onofre.

    Lea usted a Ortega y Gasset (no son dos escritores, es uno sólo con apellido compuesto), así evitará decir idioteces públicamente.
    Saludos.
    Héctor.

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  6. La "rebelión de las masas" de Ortega y en lo que respecta al "absoluto relativismo"… Nietzsche como máximo exponente del nihilismo. Comentario el de Hector sino acertado (no me encuentro capacitado para juzgarlo), cargando de significado y profundidad…
    El Anónimo anterior
    Carlos López

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